Perdura todavía la equivocada conciencia social de que las políticas y los protocolos de accesibilidad deben establecerse solo cuando aparezca una persona que presente una discapacidad concreta. Esta opinión no solo es absurda e injustificable desde el punto de vista de la ética y la justicia social, sino que en ámbitos concretos resulta, de hecho, incoherente. Cuando se construye un edificio, se debe construir siguiendo una serie de pautas de accesibilidad para personas con movilidad reducida, ya que es el momento de hacerlo. No podemos construir un edificio lleno de muros y escaleras para luego «adaptarlo», puesto que sería imposible.
No obstante, sí es cierto que hay ciertos elementos, como las sillas salvaescaleras, que pueden instalarse posteriormente; pero no en función de «la aparición de personas con discapacidad motora», sino según lo que demanden dichas personas para aumentar la efectividad de las políticas que previamente ya habremos tenido que poner en marcha. El diseño sin muros, la instalación de rampas de acceso y el montaje de los ascensores cien por cien accesibles han de hacerse desde el mismo momento del diseño. En cuanto a las salvaescaleras, son un añadido importante.
Es cierto que este recurso útil, el de las sillas, no se valora normalmente con la misma importancia que se le concede, por ejemplo, a los ascensores. A fin de cuentas, se tiende a pensar que con eso basta. Pero los elevadores también tienen sus limitaciones y, de hecho, ahora que la pandemia del coronavirus sigue vigente, se hacen más palpables que nunca. Por ejemplo, no es recomendable que más de una persona utilice los ascensores, y en algunos edificios incluso se han deshabilitado, al ser, en palabras simples, espacios reducidos en los que la distancia interpersonal no es posible.
Pero las sillas mecánicas no implican espacios cerrados y son útiles para las personas en sillas de ruedas que afrontan estas nuevas limitaciones de uso de los ascensores. Por esa razón, en la actualidad tanto los edificios públicos como los privados deberían investigar precios de salvaescaleras e incluir al menos una, sea silla o plataforma, en sus presupuestos de accesibilidad.