Hace años que lo sabemos. En Argentina, hemos “despertado” hace poco, se está restringiendo el uso de los plásticos, pero no en el uso, hay mucho stock en los países tercermundistas como el nuestro, que las empresas tienen que vender.
Lo solucionaron vendiendo dos veces. Los supermercados, siguen comprando plásticos, y le hacen pagar al cliente, más por el mismo, bajo la suposición que eso disminuiría el uso.
Pero no parece estar pasando, ni siquiera parece que hubiera políticas reales al respecto, el plástico crece, y hasta en las películas para niños los usan para mostrar lo peligroso que es para la fauna, cuando en una famosa película de pingüinos, uno está apresado por el cuello dentro de uno.
Toda la basura, además, termina en el mismo lugar, el océano, más tarde o más temprano. Cuando es más tarde, reconvertida, degradada, quizás útil, pero no el plástico, que vive su inconmensurable vida con más salud y eternidad que cualquier humano.
Se calcula que hay algo así como cinco billones de plásticos flotando en el mar. Cifras que no significan mucho en un cerebro que no pasa de controlar la cantidad de órganos que tiene en el cuerpo y a lo sumo, cifras en las cuentas bancarias que nunca parecen alcanzar.
El peso que significa, tampoco es algo que parezca significar algo, doscientas setenta toneladas.
El planeta se banca todo.
El problema es el equilibrio, cuando algo deba desaparecer para absorber todo eso, somos mucho más frágiles que los plásticos que fabricamos.
Los datos, los leí en la revista científica Plos ONE, pero todo parece inútil, las escalas globales de todos los problemas de contaminación esconden los particulares, pero se suman entre sí y mientras la basura crece, más parecemos incapaces de tomar medidas para controlar un futuro que ya está encima.
Ante las inexistentes políticas globales para generar proceso de descomposición de los plásticos, el mundo recurre a la conciencia y responsabilidad personal en el uso de plásticos.
Luego, queda el análisis de si podemos vivir sin ellos, no hay casi ningún elemento en cada hogar, que no esté dependiendo de los plásticos en todas sus versiones.
Qué se necesita entonces: artistas, gente que pueda tomar las botellas, tapitas, bolsas y todos los restos que terminan en el mar, y los conviertan en obras de arte.
Es la propuesta que se diseño para una instalación en plaza principal en la ciudad de Polonia, con miles de botellas de plásticos que con luz natural pueden proveer iluminación y arte.
Necesitamos más ideas para aprovechar en vez de desechar.