Hojeé mi Cuaderno de notas sueltas donde anoto ideas encadenadas, a desarrollar; proyectos de escritura que surgen de lecturas de libros o artículos de todo pelo y calaña que leo en diarios o revistas literarias. Sigo el método de la vieja escuela, anotar una síntesis del esquema a escribir y fecharlo, cuando lo concreto lo cruzo en rojo y dato. A finales de enero registré: “Comienzo de El 18 brumario de Luis Bonaparte, ‘Los cuatro ciclos’ y cita de Mark Twain”. Hoy, sábado 30 de abril lo crucé en rojo y feché.
A “Los cuatro ciclos” acudo con frecuencia por el poder de síntesis de las formas posibles de narrar que compendia Borges -y la secuela o precuela de relaciones que convoca-: una ciudad amurallada que defienden hombres valientes; la segunda, relacionada con la primera, el regreso de un hombre a su casa; la tercera, una búsqueda que puede ser exitosa como la de Jasón o desventurada como la de Ahab. Salteo la cuarta y pienso si podría agregar un quinto ciclo: la historia de una investigación.
Relatos de ciudades cercadas hablan de vencedores y derrotados que huyen a la procura de una nueva tierra -lo cual conlleva una búsqueda que puede ser exitosa o desventurada-; también a descendientes de un pueblo lejano de regreso al hogar de sus ancestros. De la segunda da cuenta la huida de Eneas en Troya para recalar en Italia; de la primera, a Moisés conduciendo el éxodo del pueblo judío de Egipto; circunstancias que se volverán a contar y recontar, infinitas veces, entre otras: pueblos que, huyendo de las hordas de Gengis Khan se afincaron en lo que hoy son países del este europeo. En un gran salto, siguieron los peregrinos del Mayflower que, desde Inglaterra, llegaron hasta las costas de Massachusetts; siglo y medio después, tras de ellos, irlandeses huyendo de La Gran Hambruna. En nuestro país, empezamos con la distante Colonia Esperanza que dio origen a Los gauchos judíos; siguieron por el resto de Iberoamérica, europeo y asiático, huyendo de la miseria; judíos escapando de los nazis o republicanos españoles fugitivos de Franco. Menos fortuna tienen hoy miles de africanos que se han ahogado -y continuarán ahogando- en frustrados intentos de huir a través del Mediterráneo o, espaldas mojadas que, desde América profunda, intentan llegar a la ribera norte del Río Bravo.
Occidente parece que siempre ha sido la salvación de quienes huyen de oriente y el norte de quienes lo hacen desde el sur. Desplazamientos que, por distintas razones, remedan ciudades asediadas o derrotadas y otras búsquedas, la tierra prometida o “hacer la América”. Cuenta Homero cuando el hijo de Héctor, asustado por el aspecto del padre que parte para la batalla, estalla en llanto. El llanto de Astinacte y el temor de su madre Andrómaca es el mismo que de hijos y esposas cuando sus padres y maridos parten, solos, en un viaje de exploración de lo que será la tierra prometida o “hacer la América”. Imposible no relacionar estos ciclos con la invasión rusa a Ucrania.
Así, muchas historias -o ciclos para Borges- se han fundido y confundido; lo que en un principio era blanco o negro se convierte en una niebla de zonas grises que borra lo que era acertado y lo que no lo era, para dar otra versión de viejas historias. A propósito de Napoleón III Marx reflexionó -comparándolo con el Napoleón auténtico-: “Hegel dice en alguna parte que los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra como farsa”. Borges bien podría haber invertido la comparación: una farsa para hacer una tragedia, o una tragedia para hacer una paradoja.
En menos de 80 años hemos visto los cuatro ciclos borgeanos y la reflexión de Marx repetirse en cuatro oportunidades, ahora ganar para perder. Hitler dominó Europa durante siete años para perderlo todo. Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak, derrotaron al dictador Hussein y lo ahorcaron, pero debieron abandonar el país y engendraron el estado islámico; otro tanto les pasó en Afganistán cuando lograron derrotar a los talibanes y ejecutar a Bin Laden, para volver a retirarse de manera vergonzosa. Veinte años estuvieron Estados Unidos y sus aliados y antes, catorce años de invasión rusa y, en el siglo XIX, cinco de intentos de Inglaterra; no se aprendió nada en Afganistán. ¿Qué pasará en Ucrania?
Como actores o espectadores vemos, en la medida que los cuatro ciclos se van acumulando como adujas de una cuerda, la historia repetirse, como tragedia, farsa o paradoja. Y así, muchas veces se hace difícil identificar buenos y malos, honrados y pérfidos, lobos y corderos; sí víctimas en aras de la verdad y la justicia e impunes en nombre de la justicia de la verdad; y, en nombre de la verdad y la justicia, quienquiera, cuando tiene el poder y el deseo para hacerlo, quemará cuerpos para salvar almas; a los vencedores el cielo, a los perdedores, el infierno. Mark Twain reflexionó: “The road to Hell is paved with proverbs” (El camino al infierno está empedrado de proverbios), dando vuelta a “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”.
En mi rol de espectador, tratando sobre los cuatro ciclos, y de circunstancias y personajes que se repiten, como tragedias, farsas o paradojas, hablo de mi investigación y me amparo en otra reflexión de Mark Twain: “History doesn’t repeat itself but it often rhymes”.
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