La tecnología ya está entre nosotros, y el libro electrónico es una alternativa interesante, sobre todo porque viene a desmoronar, de alguna manera el muro que las editoriales han construido alrededor de una actividad en la que se convirtieron en dioses por mucho tiempo.
La autoedición, la autogestión e incluso el diseño del libro, en todos los aspectos, está al alcance de los usuarios.
Pero qué se pierde en el propio libro, qué se gana.
Por una parte, el libro en papel cuenta con muchos elementos a favor, principalmente que a los que nos gusta leer libros, nos gusta olerlos, acariciarlos, cargarlos, diseñamos una vida alrededor de ellos, hasta en nuestra casas acomodamos muebles y actividades alrededor del espacio de los libros.
Dejando de lado relación física, la experiencia sensorial y analizando al propio libro, hay otros aspectos a tener en cuenta: la tapa, la contratapa, la relación del tamaño de letra, elementos que circundan el cuerpo del contenido, que forman parte de su sentido, no sólo en el sentido convencional; los lectores ya saben dónde buscar la información que los convocará; si no en el sentido interpretativo, prólogos, acápites; todos elementos que aún se sostienen en el libro electrónico, aunque de una manera menos estratégica, los sentidos que no son la vista.
Sin embargo, el libro electrónico cuenta con un factor importante: es muy fácil vincularlo con otros textos, con otros procesos, hipervincularlo; extender la órbita de su influencia.
En literatura, cuando un texto hace referencia a otros, puede estar organizando un sistema de relación, que tiene que ver con el sentido y representación del texto, en un libro electrónico, esa acción se expande, se mejora, se especializa incluso.
Sin embargo, cuando la relación está basada en un vínculo en Internet, se corre el riesgo de la continuidad, aspecto que no involucra al libro en papel.
Los sitios mutan, desaparecen, se caen, se pierden, cambian; el libro, una vez en papel, seguirá allí, tal vez difícil de encontrar, pero en algún lugar está, cuando se haga referencia a otro libro, siempre habrá un registro que le da existencia.
Un sitio, un contenido, un espacio de relación textual con un libro electrónico es algo que no se sabe qué destino tendrá.
En mi caso, que cuento con un libro publicado en Amazon, sostengo una relación de hipervínculo, no solo entre títulos del mismo libro, sino con espacios virtuales que hoy existen en el exterior. Me cuidé especialmente de que no tuvieran relación con el sentido del contenido, sin embargo, es una limitación que no se puede negar. En otras palabras: la expansión del libro, en otros formatos incluso, no es tan sólido como lo ha demostrado ser el libro en papel.
La buena noticia es que las nuevas formas de publicar, a demanda, ya se han lanzado a publicar versiones en papel, lo que abarata los costos en muchos sentidos.
Por una parte, los autores están hartos de tener retenidos, durante meses, los libros en las editoriales, sin solución de publicación. Luego, hay decisiones del tipo de contenidos y tapa y diseño de estrategias discursivas que, en muchos casos, están en manos de las editoriales. Son conocidos los casos en que los escritores tienen que cambiar sus proyectos de escritura, diseño y títulos por presión de los editores; cuando no contenidos.
Luego, es sabido que el autor recibe el 10 por ciento del precio de tapa, de un número de libros vendidos, completamente desconocidos. Los editores nunca dan explicaciones sobre cuántos se vendieron; los autores están resignados a someterse a ese doble abuso: primero, para publicar, meses de estacionamiento obligado del libro, sin tener ninguna idea de si será o no publicado. Segundo: luego no tendrá ninguna idea de si lo que recibe por la venta se corresponde con la realidad de la venta, aunque algunos diga, para qué vas a tener tratos con una editorial en la no confiás.
En Amazon, entre otras, el pago que el autor recibe, no es menos del 30 por ciento, del precio de venta, libro en papel y electrónico, ambos o uno, el que prefiera el autor. Además contará con acceso a una planilla en la que siempre sabrá cuántos se vendieron, en qué países, y cuáles son las regalías.
No es poca cosa.
Como sea, el libro electrónico, es más accesible para las generaciones nativas, sin problemas para leer en sus dispositivos.
Los que aún pertenecemos a los que prefieren el papel, también contamos con esa opción.
Lo que significa, que a la larga, el rol que hay que cuestionar, es el de las editoriales y distribuidoras.
Ya hice comentarios sobre ello en estos artículos: