En un artículo anterior comenté sobre la intromisión en la literatura de la tecnología, no sólo como tema, sino como soporte, sobre todo la modelación de un nuevo tipo de lector salteado, pero no en la manera que lo expresaba Macedonio Fernandez, sino si no en referencia a los soportes, los medios electrónicos combinan artilugios de imagen, videos y experiencias de realidad virtual y otros que difieren del tipo de lector reflexivo de los libros en papel.
Los temas, que tienen que ver justamente con esos avances tecnológicos forman parte de esa nueva forma de leer, en otras ocasiones comenté que la Teoría de cuerdas postula que se podría ver el pasado, lo que alteraría de manera significativa la relación de sentido de las novelas de misterio o policiales.
La teoría cuántica, que se basa en comportamientos de la materia, también afecta en el aspecto social y humanístico, y por su parte, las redes sociales ofrecen un campo de propagación y domestican el hábito de leer a velocidad, y nuevamente con la interferencia de apoyo gráfico y multimedia.
En otras palabras, existe un diálogo entre el tema, el contenido y el contenedor y la literatura está comenzando a dar cuenta de ello, en algunos casos, como en el género de ciencia ficción se toma como una tematización, sin embargo, los recursos de contenidos afectan el modo de lectura y por lo tanto es más que un tema, es también una revolución de nuevas formas de lenguaje modelado por los mecanismos de producción de sentido, no ya sólo la escritura, sino también otros soportes que impactan sobre el sentido con efectos que apelan a otros modos de lectura de la realidad.
La literatura que deviene de la nueva generación, la nativa tecnológica se mueve por otros campos de producción de sentido, donde el conocimiento tecnológico y el conocimiento sobre ellos, así como del campo de la física, la cuántica, los avances en el campo de la interpretación se mueve entre generaciones con dificultad.
La convivencia de lectores al modo de novela en papel y lectores nativos tecnológicos formados por lectores de esa escuela, de cara a las nuevos formatos, no es sólo problema de temas o de soportes, sino de un conjunto de recursos que muchas veces exceden el papel o el mundo plano del libro en papel, lo que le daría al sentido una orientación diferente.
Las novelas paradigmáticas de la literatura del canon, donde el tiempo es una cuestión desligada de la geografía, no solo de la escritura, sino de la temática incluso, novelas como Ulises de James Joyce, que transcurren en un día, o Farabeuf de Salvador Elizondo, que es una novela del relato de un instante, establecen un tiempo de relato y de escritura escindidos, con la tecnología, aspectos de espacio, tiempo y dimensiones incursionan aspectos de la ciencia y a su vez la utilizan, como los dispositivos lectores electrónicos, por ejemplo, móviles, e-readers; no es de extrañar que ya se hable de una ficción cuántica, como un género, en el que la ciencia es una condición de producción de sentido.
El tema de la ficción cuántica, en literatura latinoamericana, parece elusivo, pero no hace mucho se premió una novela del tema, escritor argentino, que se distribuyó como libro electrónico y se puede comprar en librerías que ofrecen ese servicio: el libro electrónico.
A la vanguardia del tema, están los norteamericanos, como por ejemplo Flight: A Quantum Novel: una reflexión literaria sobre el carácter arbitrario de la realidad que utiliza argumentos de la Teoría de Cuerdas sobre multiversos para establecer lo virtual como sentido de lo real o al menos que la inversión de conceptos se justifica y la diferencia no es más que definición o convención formal.
La ficción cuántica viene a tono con los avances de la tecnología y los dispositivos que son un campo de atracción para la nueva generación de escritores, viene de la mano de conocimientos de física, matemáticas y sobre todo de tecnología.
Pueden algunos tomarlo como tema, pero sin duda un tema que puede modificar la realidad del lector y las formas de interpretar esa realidad, que no es otra cosa más que intentar una nueva forma de dar cuenta de las historias, las que llamamos literatura, un campo en definitiva de gran libertad, incluso en la generación de recursos para establecer sentido.