Durante mucho tiempo Ricardo, mi profesor de fotografía me habló maravillas de las tres novelas de Stieg Larsson, la saga Milenium. Un mes atrás, no sé por qué, le pedí que me prestara una. "La segunda es mejor que la primera y la tercera mejor todavía", me advirtió. El viernes siguiente me llevó el primer volumen y ya el sábado por la tarde le mandé un e-mail pidiéndole que, para la próxima clase me llevara los demás. En poco más de dos semanas -para ser exactos 16 días- me leí la trilogía: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Cuando me faltaban poco menos de ochenta páginas para terminar con el último volumen, fui a un chequeo médico con el libro bajo el brazo y la doctora, al verme con él en la mano -difícil esconder casi 1000 páginas- me dijo: "cuando lo termine va a querer leer otro más, son adictivos".
Me acabo de enterar que hace casi un año otro escritor retomó la saga y salió el cuarto volumen: Lo que no te mata te hace más fuerte. Los best sellers y la poesía y la narrativa contemporáneas no son mi fuerte; como lector sigo a rajatabla aquel precepto quevediano: "vivo en conversación con los difuntos y escucho con los ojos a mis muertos."
Cuando se publicó Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson estaba muerto. Sus lectores lo "hemos escuchado con los ojos". Recuerdo a Hemingway, quien dijo en alguna parte, que la única manera de acabar con una novela era matar al autor. Creo que voy a darle una sorpresa a Ricardo, voy a comprar Lo que no te mata te hace más fuerte de David Lagercrantz; más que nada para ver si Hemingway se equivocó.
Como lector compulsivo de otros formatos literarios me intriga el motivo de mi tardía atracción por la saga. A modo de autodisculpa pienso en que tanto a Borges como a Alfonso Reyes les encantaba la literatura policial. Gloso a Mac Arthur "I shall return" , ya que no a Filipinas, sobre este tema.