Leer e interpretar 1/10/2015
Poesía, lectura, un cerebro que construye para nosotros
Necesitamos del arte para interpretar el mundo, sin arte, pereceremos como especie.

La nueva palabra en el vocabulario actual ha incorporado la palabra neurociencias, y las sorpresas desde entonces son más que interesantes.

Primeramente descubrimos que la realidad que el cerebro recibe, no sólo es armada por la interpretación, sino que el propio cerebro realiza sus operaciones para construirla.

Tal como en guión, el cerebro produce y lo que llamamos realidad, es ni más ni menos una interpretación. De la capacidad de nuestro cerebro de acercarse a la realidad, dependerá el éxito o el fracaso de vivir la realidad, antes que la fantasía del cerebro.

Luego está la intervención de otros campos que afectan a la palabra que el cerebro también tiene en cuenta, la musicalidad de la palabra y el campo semántico.

El cerebro, además de usar la percepción sónica, utiliza la percepción visual, y el banco de datos de la memoria para organizar lo que le llega a través del lenguaje, y si ocurre en medios diferentes, realiza una construcción diferente.

Una cosa es mirar a una persona hablar, otra es leer. Es bastante común observar que cuando alguien habla y no lo estamos mirando, tendemos a necesitar hacerlo y que nos repitan. El cerebro está entrenado para utilizar otros sensores para la interpretación, mirar a la persona.

Esto no quiere decir que una persona conversando con  otra lado a lado no pueda interpretar, pero sin duda esa interpretación será diferente, en levedades, en aspectos imperceptibles, pero ocurrirá.

En la semántica, cuyo campo de acción es el de dilucidad el contenido, lo que se entiende como interpretación hermenéutica, la injerencia de la intelectualidad mueve sus posibles narrativos de la interpretación disparando en muchas direcciones el campo del sentido.

El sistema de lectura dispara el trabajo de utilizar la inteligencia, aspecto particular y único del lector, al que además, se suma la interpretación musical.

Cuando hay lectura, la música es la propia, la voz propia, la que se emite o la que se queda silenciosa en el cerebro que imagina la palabra o la oye, por dentro, en sus propios mecanismos de traducción.

Las palabras de la lectura, tañen en silencio dentro del pensamiento.  El conjunto, entre la musicalidad y la hermenéutica conforman su propia orquesta, el resultado será la interpretación, con un sentido único, personal, un sentido estético, lo que implica el factor contexto, a su vez.

Como se puede ver, si la interpretación involucra el objetivo de la comunicación, podría fácilmente deducirse que esto último es un ejercicio de entrenamiento, repetición y establecimiento de reglas de interpretaciones comunes que no siempre es fácil determinar como únicas.

La palabra es acorde, sentido, sonido, semántica, biblioteca personal, capacidad cerebral para predicciones y aparato interprete afinado, la palabra es un poder con muchos recursos que administrar.

En el acto de ejercer estos recursos, si hablamos de poesía, la voz y el sonido amplían su campo de acción.

Mientras, subyace en la poesía otro campo, más obvio, aunque conocido para el cerebro, el espacio, la forma gráfica y espacial del poema emite sus propias señales a un cerebro ya entrenado en forma particular, por su experiencia personal.

El poema, tiene un lector único en cada uno, porque la palabra lo tiene, sumado además el proceso que el lenguaje evoluciona en cada persona.

Los estatutos fisiológicos del cerebro, que usa todos los sentidos para manifestar su interpretación, es una aparato prodigiosos, al cual hay que alimentar con todas las herramientas posibles, y eso sólo se logra con la diversidad, ofrecerle diferentes puntos de vista, donde lo feo o lo malo no está ajeno, ni es filtrable.

El interés musical, el recurso visual, el tacto, los olores, el gusto, es una partitura que compone una poesía personal, que hace sus propias melodías para aprehender la integridad del mundo que nos rodea, la poesía, es parte fundamental, sintetiza muchas de las formas en que el cerebro estructura la interpretación del mundo.

Sin poesía, estamos un poco perdidos, así como sin música o sin ver, resignifica la vida y le da un sentido, todo este conjunto de explicaciones para definir el arte. El arte como objetivo de la vida.

 

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Ana Abregú.

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