El amor se vive de dos maneras, la primera en la imaginación, la segunda en Venecia o París.
Estas dos admirables ciudades, París y Venecia, compiten en la atribución de ser las más románticas del mundo.
La razón podría ser, quizás, que son ciudades inspiradoras, en un marco de mito, belleza y escenario evanescente, Venecia con sus laberintos, París con su atmósfera, comparten el sentido del secreto, un mensaje peculiar que los artistas y escritores famosos han plasmado de cada ciudad.
Tan conocida como la ciudad misma, Muerte en Venecia, los incidentes de Casanova y las aventuras de Corto Maltés, Venecia se abre a una cosmogonía de relatos en los que la ciudad misma participa como un personaje más.
Es un conjunto de 118 islas, atravesadas por 450 puentes, cada uno con sus componentes de romance, aventura, venganza, misterio, muestran su mejor atracción hacia los millones de visitantes que esta ciudad alberga, en todo el año, y que la han terminado por convertir en una ciudad preparada casi exclusivamente para el turismo, donde en el comercio y tiendas, exponen las mejores marcas del mundo.
Una de las actividades más divertidas, además de los paseos habituales de las góndolas, comercios, Piazza San Marcos, la Basílica, Campanile, la Torre, el Arsenal, la Galería de la Academia, el puente de los Suspiros, el mercado del Rialto, las comidas a la vera de los canales, es tratar de encontrar personajes propios de Venecia, que no sean visitantes, y seguirlos.
Se los detecta porque se introducen entre los pequeños callejones, un poco oscuros aún a plena luz del día, camina con seguridad, un poco esquivando la multitud, como si supieran cómo circular con rapidez, de un lugar a otro, sin necesidad del recorrido típico de comercios y artesanías.
En esa deriva, se conoce de Venecia un poco más de su esencia, propuestas traviesas de una ciudad que oculta sus mejores facetas; ante al visitante exigente Venecia es una revelación del toque único, con callecitas recónditas, costuras de viejas fachadas en las que las huellas de la historia de la ciudad y sus habitantes dejan un rastro para el buen observador que se deja seducir por el propósito de la ciudad, desorientar al visitante. Es una ciudad construida para confundir, ocultar, conspirar.
Me permito algunos consejos prácticos para el viajero, Venecia nunca parece dormir, pero la mejor hora para conocerla sin las aglomeraciones, es por la madrugada, aunque no hay negocios abiertos, es la mejor manera de conocerla de verdad, desde otro punto de vista, en vez de dejarse llevar por la propuesta de la romería permanente de gente.
Mientras, antes de buscar el hotel, o tan siquiera pasear, tenga en cuenta que los hoteles no están preparados para el espacio de valijas, en Venecia, todo fue una casa común alguna vez, convertida en albergue, las habitaciones suelen ser pequeñas e inadecuadas para bultos, el vértigo de turismo no da espacio a la reflexión o los cambios, además de mantenerse prácticamente como fue creada.
El peor problema es tener que trasladarse al hotel, ya que no circulan vehículos, el piso es empedrado, y cada pocos metros, un puente, algunos con escaleras, otros empinados, en cualquier caso complicados para cualquier valija, aunque tenga rueditas; suelen perecer hasta el arribo. La mejor solución a este problema es alojarla en la propia estación de trenes en la entrada de Venecia, sin importar la forma en que arribó, aunque sea en avión, su primer paso en Venecia, debería ser en la estación, donde hay un guarda valijas en la que podrá dejar el bulto, por una tarifa que le cobrarán en cuanto la retire, por lo que no olvide llevar un bolso aparte, en el que pueda cargar una o dos mudas para entrar a la ciudad y arreglárselas con poco peso.
Tampoco olvide hacer reserva hotelera antes de llegar a ella, es muy poco probable que encuentre alojamiento si comete la locura de llegar hasta Venecia porque estaba cerca o por improvisación, el alojamiento en Venecia es un permanente problema, por lo que mayormente tiene una gran diferencia de precio en relación a los hoteles del lado del continente.
Respecto a los costos de otras ciudades romanas, Venecia es onerosa, el gasto en café, bocados, comida, es alto, pero lo peor es perder el bien más preciado de todo viajero que desea ingresar a la época del romance, el tiempo; la cantidad de gente que circula por Venecia es de una dimensión que ningún número representa, sobre todo porque las calles son estrechas, los pasajes más aún, los puentes son estaciones donde es obligatoria la foto, por lo que se vuelven cuellos de botellas, y ello hace que llegar a cualquier parte signifique un tiempo que para una ciudad pequeña, parece desnaturalizado; sin embargo, Venecia es absolutamente atractiva por donde se la mire, aún en esa pequeña baldosa donde entra un pié, ese mosaico, esa vereda, el simple borde de un canal; ningún plan, foto, relato te prepara para el impacto de Venecia.
Todas las molestias de los inconvenientes se compensan con la experiencia de simplemente caminarla, vibrar con la sensación permanente de movimiento, ideal para dejarse tentar en la periferia del Rialto, especias orientales, frutas, bocadillos de mariscos, pulpo, cangrejos, alimentos frescos provistos por el mar Adriático, o simples tentempiés; aunque parezca bizarro, las pizzas, son deliciosas y las porciones suficientes para el paso y un almuerzo rápido que permite seguir.
Amerita comprar una porción de frutas en recipiente a propósito en el mismo Rialto y abordar el Vaporetto, taxi marítimo que circula por los canales, que lo deposita en cualquier muelle de Murano, aunque muchos dicen que es extremadamente turístico es hermoso, interesante y una oportunidad para llevar un recuerdito a los amigos, sin dejar de pensar en aquella monja que Casanova sedujo, en esta ciudad.
Venecia, glamorosa, siembra una impronta inolvidable que el visitante sabrá llevarse por dentro, con su gastronomía, sabor, olor, y por fuera, en sus retinas, fotos y filmaciones, sin dejar de lado la textura que atraviesa la piel, el estremecimiento de estar viviendo una aventura inolvidable, de estar participando de una película, de una foto, actor espontáneo de los cientos de imágenes que se llevan todos los que circulan a nuestro alrededor.
Entré en Venecia con el propósito de seguir los pasos del Corto Maltés, el personaje de Hugo Pratt, el paseo implica entrar en la aventura de encontrar la Corte de Taglia, pozo vegetal, donde reside Boca Dorada, adivina, intérprete del Tarot, amiga de Corto; el pozo de barras gruesas, por los tejados por donde Corto corre al principio de Fábula de Venecia; esperar ver a Corto en la plaza rodeada de los palacios de Priuli, Vitturi, Trevisán, Malpiero, Doná, familias principales y principescas, donde mi héroe conversa con Boeke, sobre la belleza de Hipazia, “una mujer interesante, quizás fuera de nuestra época”, frase que bien podría caerle a la misma Venecia.
Es fácil dejarse envolver en la atmósfera esotérica de la ciudad y ver entre la muchedumbre, la voluta de la pipa de Corto Maltés, absorto; imaginarlo tras alguna pista, un enigma, o tan solo siguiendo las indicaciones de un peculiar mapa que conduce a la clavícula del Rey Salomón, acosado más por desentrañar arcanos que por encontrar el tesoro de la reina de Saba.
Los puntos de contactos de Venecia y Corto Maltés, sin duda están en la seducción con que esta ciudad nos interpela.
Mientras en la historieta, que ya no se sabe si es leyenda o realidad, se citan más de cien bares, es común encontrar los más frecuentados el Mascarón, el bar del hotel Danieli, el café Florian, donde aún se dan cita los misteriosos personajes con capa y máscaras, tras lo que se ocultan quién sabe, aristócratas, mujeres bellas, en definitiva historias que inspiraron a escritores, artistas, creadores que contribuyeron a proyectarse sobre la ciudad y por la ciudad hacia el resto del mundo, la extraordinaria hermosura de Venecia. De cada imagen de admiración, en las palabas de Lord Byron, de Thomas Man, de Henry James, en los colores y la conmoción de Veronese, Canaletto, Bellini, las tradiciones de los grandes viajeros del tiempo, Marco Polo, Goldoni, las reliquias, las órdenes religiosas, los monasterios, lugares donde habitó Corto Maltés, como la casa de Tiziano; itinerarios secretos que ya forman parte de fábulas, novelas, mitos, y sobre todo, hacen más grandiosa a Venecia que lo que su escasa geografía ofrece.
Cristiana, pagana, bizantina, cada milímetro de Venecia es una experiencia mística.