En ocasión de un reciente viaje, tuve la oportunidad de observar las diferencias entre la paranoia del país del norte y la risible emulación de acciones para estar a la “altura” de un país vecino a ellos, México.
Para comenzar, en los vuelos de, hacia, en, Estados Unidos, sólo por no ser norteamericano sos sospechoso, ser latinos está apenas un escalón debajo de ser Iraní.
En el concepto norteamericano de la vida, no sos una raza, sos una profesión, si sos chino, mexicano, colombiano o asiático más exactamente, sos narcotraficante; si sos venezolano, sos comunista, si sos argentino, sos ladrón de software, y muchos así, pero en todos los casos, si nacionalidad específica sos terrorista potencial.
Es por ello que cuando pasas las aduanas norteamericanas, todo lo que tenga es sospechoso, los dispositivos electrónicos a la cabeza, y no podés llevar elementos, por más pequeños que sean tengan filo, como por ejemplo tijeras de uñas, o limas, o frascos de vidrio porque podés usarlos como arma y amenazar al piloto.
Actualmente hay una movida con los Smartphones, recientemente se ha descubierto que esos dispositivos, aceptados en cabina, pueden gestionar software que detona explosivos, o algo así.
En los aeropuertos estadounidenses te podés llevar la sorpresa que te desnudan delante de la gente, cualquier cosa es sospechosa, sin que vos tengas ningún derecho a no exigir que seas violado de semejante manera en tu cuerpo. Te palpan de manera bastante desagradable, como cuando entrás a la cárcel para visitar un preso. No me pregunte cómo lo sé, es obvio que pasé por amabas experiencias.
Ahora, que esas mismas acciones, deben llevarse a cabo en el resto de los aeropuertos del mundo, pero no por las mismas razones, sino porque comerciar con funcionarios, ejecutivos del país del norte, todos tenemos que avenirnos a las reglas de seguridad que ellos imponen.
Claro que las normas son interpretativas.
Por ejemplo, en el aeropuerto de México, el asunto de no llevar frascos de vidrio se traduce en que no podés comprarlo fuera del aeropuerto, sino en el Freeshop, ellos tienen que hacer el negocio, y no hay problemas con comprarte litros de Mezcal, de tequila, en botella de vidrio, carísimas, con el invento del sin tax que no es real.
Y así, podemos llevar cuchillos, y tijeras y todo tipo de objetos que te confiscan antes de subir en el avión, pero podés adquirir en el Free Shop sin ningún problema.
Mientras en los aeropuertos norteamericanos, esos objetos los comprás y te los entregan cuando bajás en el avión, en la aerolíneas de México hasta te lo podés tomar y usar en el mismo avión mientras viajas.
Otra nueva actividad en los aviones es el mismo servicio de azafatas, mientras su primera funciona es atenderte, en las aerolíneas norteamericanas, en las Mexicanas es venderte algo del catálogo, no importará que necesites algo, que requieras atención, que insistas con pararte cuando hay decolage, o te moleste el asiento de adelante que no está en posición durante la misma acción, el servicio de abordo en tales casos es inexistente.
La impresión que te queda es la de escenario torcido, de emulación, mientras en Estados Unidos exageran con los trámites en México los reinterpretan.
Mientras el motor que hace funcionar los procedimientos de vuelo en los estados unidos es la prevención, a las aerolíneas mexicanas les basta con armar la fachada y luego hacer la suya, que de ninguna manera es hacerle el juego al país del norte.
Una forma de resistencia que en mi impresión está impreso en el ADN de los mexicanos. La sensación de desprecio que se vive en México hacia lo español, lo norteamericano, no es paranoia, es palpable, y permanente.
El resto de los visitantes que no somos ni de uno u otro país sufrimos las consecuencias, en pequeños gestos, por ejemplo, usualmente te orientan mal cuando preguntás cómo llegar a algún lugar, o no te contestan, no te miran porque tienen que ocultar el desprecio.
Al buen observador no le toma mucho observar que México es un país que está tratando de sobrellevar una pobreza que aparece hasta en el lenguaje, todo es “ito”, “mezcalito”,” taquitos”, “gigantitos” , etc; escala en el lenguaje de minimizar.
Minimizar para qué, me preguntaran, para no provocar el deseo del conquistador, para simular, “aquisito”, “ahorita”, no significa nada, una forma de responder sin hacerse responsable de lo contundente.
En la era moderna, los mexicanos ya dueños de su destino, aún dependen de estas amabilidades en disminutivo, pero es mera apariencia, en el fondo resisten con decisión, no se encontrarán “servicios” a las personas, se encuentra un lenguaje que lo simula, pero acciones que son una clara declaración de “hacemos lo que queremos”, no estamos para servirte.
Una actitud bastante parecida en varios niveles a otros pueblos sojuzgados; como en la India y tantos otros.