A veces parece que da igual lo que hagamos, nuestro pelo parece decidido a no dejarse dominar, con todos los problemas que ello puede suponer. En algunas personas, dichos problemas se traducen en un cabello seco y quebradizo; en otras puede ocurrir justo lo contrario: un exceso de grasa que lo ensucia con demasiada frecuencia, y que incluso puede manifestarse también en forma de picores molestos. Lo cierto es que si ninguno de los productos capilares más habituales funcionan, es decir, las gamas que a lo mejor encontramos normalmente en supermercados y grandes superficies, debemos preguntarnos por qué. Tal vez el problema no sea nuestro pelo, sino justamente los aditivos químicos que introducen algunas marcas. Por tanto, quizá sea el momento de probar algún champú natural para pelo graso o seco, o para cualquiera que sea la cuestión que necesitamos resolver.
Cuando hablamos de un champú elaborado con una base natural, nos referimos justamente a su desarrollo al margen de los mencionados químicos. Muchos de ellos, en la actualidad, todavía se comercializan bajo la falsa idea de que son añadidos que proporcionan más limpieza, más saneamiento, y en definitiva un cuidado mucho mayor y más sofisticado. Sin embargo, eso no es del todo cierto; y la espuma, sin ir más lejos, no significa de forma indefectible más salud capilar, sino, sencillamente, más sulfatos, que a largo plazo pueden ocasionar un debilitamiento en puntas y raíces esporádico primero, y permanente después. Por eso, uno de los motivos de peso por los que cualquier tipo de champú natural sin químicos está empezando a tener un éxito creciente, es justamente que muchos/as consumidores/as empiezan a notar esas nefastas consecuencias.
De hecho, esta realidad de mercado no la notamos solo en el caso de los champús. Los productos complementarios, básicos también para proporcionar una hidratación y una suavidad permanente a nuestro cabello, también tienden a incluir numerosos añadidos artificiales que, a largo plazo, queman y deterioran nuestro cabello en todos los sentidos, ocasionando, en algunas ocasiones, caída y roturas desagradables. Por ejemplo, una mascarilla natural para el pelo evita la consistencia gelatinosa tradicional; y en definitiva, estos productos sí son sanos.