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DaniloAlberoVergara 11/14/2022 00:00:00
DaniloAlberoVergara
Parque Hundido y una Sura
Danilo Albero Vergara Escritor argentino
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Tags Literatura literatura hispanoamericana escritores latinoamericanos literatura latinoamericana Danilo Albero Vergara escritor argentino ensayos literarios novelas argentinas
 
Literatura latinoamericana, ensayos literarios, relatos, literatura hispanoamericana
 

Beatriz recibió una invitación por cinco días para dar una serie de conferencias a México; aprovechamos para quedaremos dos semanas. Ofrecen alojarnos en un hotel carísimo, que ya habíamos padecido -razón por la cual no entiendo su astronómica tarifa- que está en una zona tan desangelada como desierta pero con una excelente vista en las ventanas -los cuartos dan al contrafrente, mirando hacia los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl del valle de México-. Y no entiendo las razones de los aranceles del hotel, porque los volcanes se pueden ver por Internet, y en su entorno sólo tiene, al frente, separado por una autopista de varias manos que hay que atravesar a través de un puente, una mezcla de gigantesco shopping, con cines, y un supermercado; la oferta de restaurants, tanto del hotel como los del shopping no puede ser más acorde de lo que, según cánones internacionales, se llama “gusto sofisticado”, tan sofisticado que uno no sabe si está en un restaurant de México, Puerto Madero o el Soho Londinense. Y, como si fuera poco, esa gayola de oro está a hora y media de metrobús del Zócalo.

Les proponemos a los anfitriones un hotel que está sobre avenida Insurgentes a cuadra y media de un lugar que, para mí, sintetiza parte de la historia del DF, el mítico Parque Hundido, circundado de pequeños restaurants, panaderías, librerías, kioscos y un mercado con una variedad de frutas y maíz como sólo he visto en Lima. Además, el parque está en un lugar que, aunque uno de los costados bordea la transitada avenida Insurgentes, permite aislarse del caos citadino en la bóveda acústica del follaje de sus majestuosos árboles, disfrutar de sus arreglos florales y el canto de los pájaros, o con paso relajado, recorrer la ondulante geografía, ver los monumentos, descansar en los bancos Art Déco; o, en un arrebato de dolce far niente, ajustar la hora de nuestro reloj con la del enorme Reloj de las Flores -ajuste innecesario por otra parte ya que allí se vive en lo que María Elena Walsh cantó: “tiempo no apurado / tiempo de jugar, que es el mejor”-. Salieron ganando anfitriones e invitados, la tarifa del hotel es la cuarta parte del ofertado. Parque Hundido nos espera.

El lugar tiene médula y es como un gran relato que, desde que lo conocí, -averigüé su historia y la anoté en mi diario, que acabo de consultar-,  relaciono con el Corán. Los dos están narrados a partir de los capítulos más extensos, y perceptibles a simple vista, a los más reducidos y arcanos. Por estas razones, desde mi primera visita, por un cifrado oculto, que relaciona parque y libro sagrado, mantengo la comparación.

El relato largo del Parque Hundido, nos dice que sus orígenes se remontan hasta principios el siglo XVII, cuando Colonia del Valle -actualmente la zona con el mayor desarrollo, infraestructura y servicios de transporte del país- estaba en las afueras de la capital, allí un señor abrió un gran negocio de ramos generales que atendía a los pobladores vecinos. Dos siglos después, con la ciudad en expansión, aprovechando la calidad y abundancia de arcilla que había en el suelo, el negocio se transformó en la ladrillera Noche Buena cuyos ladrillos fueron utilizados para construir los edificios aledaños. De esta manera, por un lado se escavaba y se hacía la sima, que se metamorfoseaba en cimas de las casas de barrios que circundaban la factoría, y así hasta que quedó una serie de oquedades; las temporadas de lluvia hicieron su aporte y la sima se llenó de flores, jardín espontáneo y natural que se convirtió en un lugar de paseos dominicales de los vecinos que vivían en casas y edificios de los alrededores.

Así como la historia de la literatura se puede resumir en una suma, temas y argumentos, relatos y fragmentos de relatos, recreados y ensamblados de otras maneras y formas, Parque Hundido la repite; porque a principios del Siglo XX, cuando se trazaron las avenidas y se pavimentó lo que es hoy avenida Insurgentes, la ladrillera suspendió sus funciones y los dueños decidieron crear el bosque Noche Buena. Los amplios desniveles de la sima que había dejado la extracción a escala industrial de arcilla, le dieron a este espacio verde, una ondulante geografía que persiste hasta la fecha; característica que lo hace único y onírico. El raro bosque se convirtió en uno de los sitios favoritos de las familias porfirianas y de los amantes de la naturaleza quienes, fieles al pensamiento positivista de la época, elaboraron catálogos empadronando y mapeando los distintos tipos de árboles, arbustos y flores que había en el lugar.

La primera gran remodelación se hizo en los años 30 del siglo XX cuando fue rebautizado, y el bosque Noche Buena paso a ser el Parque Luis Gonzaga Urbina, aunque ya era -y sigue siendo- Parque Hundido. En esos años se construyó el Reloj de las Flores y, con el tiempo fue decorado con reproducciones de piezas arqueológicas de pueblos prehispánicos mexicas y otras estatuas.

Se sabe que el Corán le fue dictado al profeta Mahoma por el arcángel Yibril (Gabriel para los rumíes) a lo largo de 23 años. El profeta, que era analfabeto, repitió a sus discípulos los 114 capítulos o Suras que dictó Yibril, estos la memorizaban y pasaban a otros seguidores. De aquí el probable origen del nombre del libro sagrado, quran en árabe significa recitación y, por extensión, texto sagrado que se recita. Luego de que el texto fue fijado por escrito se procedió a su reordenamiento de acuerdo la extensión de las Suras; según algunos exégetas este orden le fue dado a Mahoma, poco antes de su muerte, por Yibril. Consecuencia de este orden, la primera revelación del arcángel, quedó casi al final del libro, y es la sura 96 que dice: “¡Lee! Tu Señor es el Munífico, / Que ha enseñado el uso del cálamo (instrumento de escritura), / Que ha enseñado al hombre lo que no sabía”.

Fiel a los dos relatos, en mi segunda visita a Parque Hundido -al día siguiente de la primera-, ya había registrado sus historias; algunas encriptadas como las Suras del Corán. Sólo que, en vez de cálamo, reflejé estas reflexiones en mi diario con una estilográfica cargada con tinta verde. Verde, porque es el color del Islam y de la atmósfera de Parque Hundido.

 

 

 

 


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