La humanidad tiene un problema que, por desgracia, ha quedado patente durante el desarrollo de la crisis de la pandemia del COVID-19: cuando algo no nos afecta de manera directa a nosotros, sino a otras personas, tendemos a desconectar y a no darle la importancia que merece. Así, a menos que hayamos tenido amigos o familiares ingresados con coronavirus en el hospital, no usamos la mascarilla ni cumplimos a rajatabla las normas sanitarias como deberíamos. Estamos hablando a nivel general y es injusto afirmar que todo el mundo es así. Por suerte, hay personas empáticas y con conciencia colectiva, las mismas que, en otras circunstancias, intentan poner remedio.
Una de esas circunstancias puede tener que ver con el asunto de la accesibilidad y, por extensión, la instalación de sillas salvaescaleras en nuestro edificio. ¿Cuántas personas pensamos en vecinos con silla de ruedas, personas mayores con problemas de movilidad, etc., cuando subimos las escaleras de un bajo hasta el primer piso con ascensor, y no vemos salvaescaleras en ningún rincón? Por eso, debemos hacer un ejercicio de autocrítica en primer lugar, de concienciación. De asumir y aceptar la responsabilidad que tenemos sobre nuestros propios privilegios aunque no hayamos podido tenerlos. Solo así, viviremos en una sociedad más justa, con o sin crisis pandémica.
Puede que nos estemos preguntando qué podemos hacer, y que concluyamos que en realidad no es culpa nuestra que los diseñadores y constructores del edificio en el que vivimos no hayan invertido parte del presupuesto en investigar precios de salvaescaleras e instalar una. En cierto modo, así es, pero eso no significa que no haya cosas que podamos hacer para corregir la situación. Convocar reuniones de vecinos, escribir un documento para el tablón de anuncios hablando de la situación, donar dinero o hablar con los propietarios del edificio son algunas de las acciones directas que podemos emprender.
A fin de cuentas, solo hay una decisión personal que, con el cien por cien de seguridad, no derivará en la instalación de recursos de accesibilidad: no hacer nada y callar. Si actuamos, siempre podemos conseguir algo mejor para otras personas.