¿Cuál es el proceso que hace crecer las flores, las plantas, los árboles? Si pensamos en un crecimiento libre y salvaje, la respuesta en realidad es muy simple: la naturaleza. Las estaciones de lluvia, los momentos de sol, el aire libre... Todo ello se conjuga para que, antes o después, las especies endémicas broten no solo en el campo, sino en los pequeños y todavía vivos espacios no edificados ni urbanizados de las ciudades. La situación cambia, eso sí, cuando el crecimiento es controlado. Entonces entra en juego el papel del jardinero y, con él, sus conocimientos sobre fertilizantes ecológicos, herramientas de regadío y un largo etcétera.
De hecho, cualquier espacio techado puede convertirse en un pequeño ecosistema si las personas a su cargo saben qué hacer y cómo. No hablamos de invernaderos, donde de hecho, con recursos suficientes, pueden simularse climas no existentes en una ubicación geográfica determinada; por ejemplo, espacios cálidos y tropicales en zonas norteñas frías. Hablamos de algo mucho más simple: una vivienda. ¿Cuántos de nosotros no hemos probado a cuidar de una planta en casa en algún momento de nuestra vida.
Sin embargo, probablemente hayamos experimentado las primeras veces y lo hayamos hecho mal, sin recurrir al abono orgánico ecológico adecuado, sin regar la planta lo suficiente o regándola demasiado, muy frecuente esto último. En nuestro desconocimiento, tendemos a pensar que todas las flores y plantas necesitan las mismas cantidades de agua por igual, pero en algunos casos el exceso puede pudrir las raíces. Por eso, hay que asumir la responsabilidad que implica cuidar de una vida, e indagar sobre aguas y abonos. Descubriremos que, entre otras cosas, existen muchos tipos de abonos generales y especializados, hasta abonos de cannabis.
En tiempos de pandemia, hemos aprendido el valor de la empatía social. Esta empatía debe trasladarse también al resto de seres vivos, y no solo a los mamíferos. Investigar, aprender, aplicar correctamente los conocimientos que vamos acumulando, es una manera de hacerlo y además la más básica de todas. Además, no cabe duda de que la experiencia en sí misma es muy bonita y gratificante.