La falta de claridad es lo que en ocasiones causa la indisciplina o complica a varios empezar a tomar acción sobre cualquier tema en particular. Por lo tanto, la solución es plantearse metas razonables y empezar a trazar un plan.
Cada uno tiene maneras de pensar diferentes a las de los demás, aunque es conveniente tener un ejemplo de referencia acerca de cómo manejar el dinero. A partir de aquí, se vuelve más sencillo personalizar un plan y ajustarlo según las posibilidades de cada quién.
Sin embargo, todos los planes se deben calcular basados en porcentajes. Esto quiere decir que los ingresos se tienen que repartir porcentualmente entre todos los gastos en vez de ser un número fijo. De esta manera, se puede mantener el mismo plan a pesar de que los ingresos varíen.
Cuentas diferentes
La idea de separar el dinero destinado a cada cosa en diferentes cuentas es que no se mezcle porque así cada una tiene un propósito fijo. Por lo tanto, el porcentaje total se va a repartir entre el número de cuentas y cada una con montos distintos.
- Un 10% de los ingresos deberían irse siempre a inversiones con el objetivo de generar más dinero. Es un riesgo, pero hacerlo de forma inteligente trae muchos beneficios.
- 10% de los ingresos pueden gastarse en caprichos y sin tener ningún tipo de remordimiento. Para algunos puede ser muy poco, pero entonces lo que habría que hacer es aumentar el dinero que ingresa. Es importante no recurrir a préstamos rápidos para satisfacer los caprichos.
- Otro 10% podría ir para los planes a largo plazo, como comprar una casa o un coche. Incluso así, es posible tener que pedir un crédito, pero este mismo porcentaje se destinaría a pagarlo.
- El 20% debería ser gastado en educación y el desarrollo empresarial y profesional. Aprender e invertir en herramientas de trabajo es clave para incrementar los ingresos de una forma segura. Nunca se debería gastar este dinero en otra cosa porque así se podrían aprovechar nuevas oportunidades que se presenten.
- El último 50% de los ingresos siempre debería ser para los gastos fijos y necesarios para vivir. Se trata de la renta, los servicios de la vivienda, la comida y el transporte. Nunca se debería tener que pagar esto con ningún tipo de crédito porque implicaría una situación financiera aún más delicada.