La ciudad parece erosionarse, las grúas han tomado el espacio, hay obras por todos lados, dificultan el paso de los peatones, de los autos, el ruido es ensordecedor, como si quisiera tapar algo.
La idea de fondo es que todas estas molestias redundarán en algún beneficio posterior, la ampliación de la red de subterráneos, en la Capital, a lo ancho y a lo largo de arterias complicadas para el tránsito no son la única interferencia.
Hay arreglos en plazas, cambios de mano en algunas calles.
Lo que nos lleva a preguntarnos, por qué tal efervescencia ruidosa y ruinosa, la respuesta es simple, el poder usa la ciudad, como metáfora de preocupación por sus habitantes.
Se usa la ciudad para aparentar, los arreglos en las plazas, para hacer espacio a los que corren, o la expropiación de espacio en escuelas para hacer paseos para perros, rotura de calles para inadecuado servicio de bicicletas que benefician a muy pocos y entorpecen a casi todos y que junto con el aleatorio cambio de mano en la calles, son actos que más accidentes provocan, y que conviven con la extraordinaria acumulación de basura diaria con la proliferación de roedores y zonas tomadas por todo tipo de alimañas con peligro de salud para la población, son los emblemas de una ciudad que está siendo usada por el poder de turno, con la intención de mostrar trabajo, movimiento, inversión pública.
Los hospitales sin custodia, niños discapacitados despojados de sus espacios, y tantos otros problemas, responsabilidad de las mismas autoridades que “construye” en la ciudad, son la otra cara de la administración de la ciudad, que tal como en épocas oscuras, pretende tapar los verdaderos problemas con el ruido de las máquinas demoledoras.
Esta administración, usa medios de comunicación, llamadas por teléfono, envió de mails, intervención en redes sociales para vendernos su producto, como si fuera una preocupación.
En la actualidad, la engañosa publicidad sobre la “venta” del préstamos para alquiler, en un gesto que quiere significar ayuda, pero que en el fondo esconde un aprovechamiento de necesidades con tantas restricciones que no alcanzan a beneficiar a nadie, pero bajo el disfraz de ayuda a un sector que no apoya la gestión, es un signo de que subestiman al ciudadano.
Gastar el publicidad y obras son una forma de manipulación que nos cuesta a todos, usan nuestros impuestos para crear condiciones ficticias, usan nuestro espacio urbano para manipular el repudio social.
Históricamente, el arte suele defender los espacios urbanos, activos en intervenir sobre ese espacio, con imágenes, con grafitis, han desaparecido, son el efecto colateral de la apropiación de la ciudad, por parte de la tensión a que se somete a la ciudad, con exhaustivas obras que tapan lo importante, se intenta transformar el espacio colectivo en una oferta de espacio para esparcimiento o resolución del transporte, con el objeto de expulsar de la ciudad expresiones populares.
Se cobra por el uso de espacios que antes eran gratuitos, el estacionamiento que antes era para todos ahora sólo será del que pueda pagarlo, en zonas de esparcimiento público, y así, una serie de medidas que con que van capturando los espacios comunes.
Comenzaron con enrejar las plazas bajo el discurso de no dejar entrar a elementos indeseables, pero ya se sabe el efecto de resguardar con rejas, es un efecto de no dejar acceder, la relación de convivencia entre estos espacios encarcelados con la comunidad a la que debería beneficiar es conflictiva y suele ser de exclusión, más que de protección.
Las plazas, ahora presas, verdaderas trampas siniestras, se han vuelto un paisaje simbólico de represión y organización poco democrática.
Hay que reclamar nuestros espacios, los artistas tienen que volver, intervenir en nuestra ciudad con los mensajes necesarios para que no nos llenen de mensajes equívocos a la nueva generación, rejas, control, y mentiras nos deja esta administración, bastante parecido a ciertas épocas oscuras en manos de militares.