Literatura, crítica literaria, relatos, literatura sudamericana, literatura latinoamericana
Que las nuevas generaciones de escritores se alimentan de los anteriores constituye la genealogía, la traza, la influencia de una escritura que debería formarse con la impronta del escritor y volverse nueva, o renovada u original, en el mejor de los casos.
Pero que se hereden personajes, es menos frecuente. Esto es lo que pasó con la escritora Agatha Christie, cuyos herederos colocaron en manos de la escritora Sophie Hannah la autorización para continuar con la vida de Hércules Poirot, el famoso detective.
El asunto me produce diversos cuestionamientos, en principio, la idea de que un personaje continúa, a pesar de su autora, no es nuevo, y probablemente haya una motivación económica, y ese es el punto, por qué una autora, que estime estar a la altura de semejante personaje no crea el propio, sino es por una motivación económica.
El intento se materializó en un libro, El misterio de las cuatro cartas –parte de la publicidad al texto, un artículo coloca en clave de interrogación la publicidad de la venta y entre medio escribe esto: “… ¿Cuántas cartas más de este tipo se han enviado en su nombre?...”; la poco perspicaz autora del artículo, parece no haber prestado atención al título del texto.
La nueva autora, es ya conocida por escribir triller psicológicos, no sé si reconocida, como aseguran en el artículo, no la he leído, lo que nada significa porque suelo concentrarme en escritores latinoamericanos, aunque los de Agatha Christie son lectura obligada.
Entre estos intentos de continuar con personajes, recordé al libro de Las vidas posibles de Angélica Inés, de Cesar Franco y Carlos Luis, que pone en cuestión la inspiración para personajes, la misma Angélica, personaje de la novela de Juan Carlo Onetti, en El astillero; la mujer, supuesta inspiración del autor uruguayo, está desconforme con el tratamiento que hace de ella el escritor: “Tenía los dientes superiores grandes y salientes, y reía a sacudidas, con la cara asombrada y atenta, como eliminando la risa, como viéndola separarse de ella, brillante y blanca, excesiva.”, y pretende una reescritura de su vida que le otorgue trascendencia y sea más acorde a su beneplácito.
Dos propuestas de continuación de personaje que habla de ese gesto de lectura que penetra de tal forma que los personajes comienzan a formar parte de la realidad, sin proponérselo e impactar sobre la vida de los lectores; los autores, Sophie Hannah, Cesar Franco, Carlos Luis ya no serían los mismos, a través de sus textos se convierten en una especie de médiums de otros autores.
En El Quijote, hay un personaje que mete la ficción en la realidad, en el texto de Angélica, hay un personaje de ficción que se mete en la realidad.
Del mismo modo, no dejo de preguntarme en qué personaje de estos autores, del mundo real, estaría inspirado el Angélica Inés del mundo real, que a su vez es personaje de Onetti.
La impostura del personaje de un personaje que se dice ser el real, que a su vez está de personaje en otra novela es interesante, es una declaración de genealogías y referentes de lectura; no dejo de pensar que ambos gestos, el de continuar con un personaje de una u otra manera, no es perpetuar un éxito, solamente, sino también revelar el homenaje, tratar de vivir la experiencia de ser otro llevado a otros al otro extremo del objeto libro, no solamente admirar un texto, sino ir más allá, hacerse el autor, aunque sea por elevación.