Según muestra la psicología junguiana, el individuo se compone de un inconsciente colectivo y un inconsciente personal. El primero de este tendría que ver con lo que este aprenda y genere en base a la cultura que oye, ve, lee… es decir, una suerte de nutrición interior en base al contexto cultural en el que el mismo o la misma se inserta y convive. Y en el segundo se encontraría todo lo que nace en base a su experiencia propia en esa cultura y a su propia historia, lo que vendría siendo el “yo” y la parte individual del sujeto frente a la colectividad.
Y este inconsciente colectivo vendría a ser el resultado de la unión de los llamados “arquetipos”, unas imágenes catalogadas de ancestrales que se han ido adquiriendo a través de la propia cultura en la que el individuo se inserta, de los aspectos históricos, de las costumbres… todo ello para conformar este inconsciente tan influyente en la individualidad del sujeto. Existen muchos arquetipos, pero destacan la sombra, la persona y el ánima y animus. Y es en el segundo de estos donde podemos ver más claramente una similitud con la sociedad actual, dándole así mucha aplicabilidad al día a día de muchas personas.
Así pues, la psicología junguiana habla de que el arquetipo de la persona vendría a ser el gran número de máscaras que el individuo usa al enfrentarse a la sociedad. Por lo tanto, vendría relacionado (salvando las distancias claro está) a cómo actuamos ante diversos tipos de personas o ante diversos contextos. Así pues, en un puesto de trabajo, y más si es en el sector servicios, el individuo usaría una máscara frente al terreno distendido, véase el amistoso o familiar, en el que usaría otra máscara diferente, pues el inconsciente colectivo y personal se vería ante contextos diferentes. Eso lleva al individuo muchas veces a olvidar su verdadera esencia, ya que estaría tan acostumbrado a siempre llevar esa máscara social que su verdadera apariencia se difuminaría. Esto haría que el individuo viviese un desequilibrio de actitud frente al mundo, ya que su interior se vería estancado ante el poder de las máscaras que usa en la sociedad.
Es por ello que en los estudios de la SEPA en España (Sociedad Española de Psicología Analítica) se propone un equilibrio constante entre el “¿quién soy?” y el “¿cómo me muestro ante la sociedad? Así pues, la pérdida de esencia puede conllevar a la pérdida del verdadero individuo.