Dicen que una mariposa mueve sus alas en Europa o llueve en Buena York, o parecido, el hecho aceptado es que la más mínima manifestación de vida, afecta al resto de planeta en pequeños cambios, leves e invisible a simple vista, pero enormes a largo o corto plazo.
Algo pasó hace 252 millones de años que alrededor del 90 por ciento de las especies desaparecieron, y las que quedaron cambiaron para siempre.
Algunos miran el cráter que creó la península de México como el culpable, pero muchos indican que ocurrió en el mar, la ciencia ha avanzado y hay muchas más evidencias que pudo pasar en mar, por los descubrimientos de Trilobites, invertebrados marinos, prehistóricos, que data del paleozoico, y que se encuentran en plataformas continentales al margen de los mares.
Se alimentaban de plancton, y se puede considerar un eslabón importante de la cadena alimenticia, ya que a la falta de alimento, la flora y la fauna comenzó a desaparecer, hasta llegar a las especies de animales que vivían en la tierra.
El ecosistema se transformó, se debilitó, mutó para sobrevivir, y por ese camino llegamos a los dinosaurios, mucho antes que otro evento de tenor parecido produjera a su vez la extinción masiva última.
Y desde entonces, lo que sea que haya producido nuestra creación, el ser humano, nos volvimos igual de peligrosos, estamos provocando la extensión masiva de especies con las que convivimos, muchas conocidas, y otras quién sabe, desconocidas, nuevamente tanto en la fauna como en la flora.
La señal más evidente, que dejó su huella, fue el cambio de la temperatura media del planeta. Suena como síntoma conocido.
Aumentó la concentración del CO2 en la atmósfera, también conocido, se produjo un acceso por la capa de ozono, para los rayos ultravioletas, igual que actualmente.
Selectivamente los seres que dependen del carbonato de calcio y metabolismos lentos, con sistemas respiratorios poco eficaces para filtrar efluvios tóxicos, una descripción que más o menos se adecua a nuestra descripción biológica, comprometió su existencia en primera instancia.
La enrarecida atmósfera impactada por rayos ultravioletas, provocando un calentamiento que el planeta no podía absorber o reparar, provocó hipoxia, un patrón que es conocido también actualmente.
Lo que en un momento pasó, está volviendo a pasar, e incluso, los seres que pueblan la tierra, somos aún débiles e inconclusos para soportar el mismo tipo de cambio climático y de estado del planeta.
No se sabe qué provocó esa gran mortandad, pero se conoce sus consecuencias. Ahora sabemos qué estamos provocado, cual es la consecuencia y a pesar de todo, la vida se ha vuelto tan compleja que no podemos parar.
En algún momento, la suma de actos consecuentes con los mismos signos que ya provocaron la extinción una vez, se volverán tan importantes que se apresurarán todos los procesos que concluirán con nuestra pobre actuación humana en la cadena de evolución.
Y lo triste es que observamos el proceso, lo conocemos, reflexionamos sobre ellos, nos entristecemos, pero nadie ha logrado organizarnos como seres humanos para evitarlo.
Lo que sospechamos es que los grandes capitales están siendo usados para construir algo así como el arca de Noé en la que se salvarán los mismos que hoy explotan el mundo y que no hacen nada para detener el proceso.
Lo extraño es pensar en qué planeta querrán sobrevivir los privilegiados.
Seguro que no en uno que yo elija. No creo que sean privilegiados, creo que son necios.