Literatura, relatos, crítica literaria, literatura latinoamericana
Propio de las artes, el caos impacta sobre conceptos establecidos respecto a cualquier género del arte, precisamente es la constatación de la necesidad de revelarse a las ataduras teóricas.
En la literatura de la actualidad la leve línea de distinción de géneros, cruza las líneas de la definición ontológica para ampliar perspectivas de lenguaje y la naturaleza propia de la literatura queda en trayectoria directa de toda discusión sobre tipo de discurso y tipo de relatos; no es que sea la literatura la interpelada, sino la realidad.
La interpretación de planteamientos sobre el relato y su reflejo en la realidad, deja de lado la oculta posición del autor mismo, es el artífice de los recursos del autor el que pone en cuestión las categorías de la ficción, el hecho de exista un cuerpo físico traductor de ese texto, no cambia la cuestión; está en la naturaleza de los escritores hacernos creer que la ficción es realidad y que la realidad es ficción.
Hay una tendencia a reflexionar sobre un punto, para nada importante en la literatura: la verosimilitud, para tomar partido por la diferenciación entre realidad y ficción, las nociones de esta particular y única visión constituye de rigor, nada más que un marcado sarcasmo del autor; la verosimilitud no es un recurso literario, es apenas un efecto.
El principio fundamental de la teorización literaria, se basa en modelos de categorización en el marco aristotélico, que toma la concepción de la realidad como aspectos que competen a las ciencias llamadas duras, matemáticas, química, física; las realidades que revelan esos campos, cuenta con el factor común de ponerse de acuerdo entre sí, no habrá otra interpretación más que una para una suma de dos más dos, la articulación entre proposición, objeto y sujeto no parece tener discordancias interpretativas. El concepto de realidad, es medible, y ofrece cierta confianza en convertirlo en verdad; sobre todo porque son reproducibles, un postulado conlleva al mismo resultado cualquiera sea el sujeto de aplicación.
Pero la literatura, se expresa en las, siempre insuficientes, palabras, el autor es el artífice y hay una única verdad, la del autor, que será esquiva o explícita y que cambiará, no sólo con el tiempo, sino también con el lector; el aparato de aplicación sobre la comprensión de la literatura no puede dar otro resultado más que la ficción; el que se tome como verdad, es apenas un sucedáneo que caerá en algún típico género, que a algunos les gustará llamar crónica o sucesos.
Las lecturas son impresiones, se arma de la biblioteca única y particular del que lee, la reproducción de grados de verosimilitud no sólo tendrá una cuota de la habilidad del autor para aportar a ese efecto, sino también la parte que incluye al lector como traductor de ese efecto.
Parece que ficción y literatura son diferenciables por la intención de desguazar los procedimientos que conducen desde la literatura a la ficción para dejar en claro que no son la realidad y mucho menos la verdad.
El molde con que se va a traducir un texto, no es siquiera compatible entre otros muchos, cada lector tiene su propio jugo de cuestiones que hacen que un texto sea aceptado, juzgado, digerido y en definitiva: disfrutarlo.