El sueño de todo hombre, dice, pasear por la librería habitual y en mi sección preferida, encontrarte plácida, deslumbrante, hojeando el libro que me gustaría leer, dice.
Lo he visto una que otra vez, aparece en las curvas de los anaqueles, fabrica leyendas urbanas para cada mujer que tarda un poco más de previsto en decidirse a comprar un libro.
O dejas el libro o lo llevás, según el tamaño de la sonrisa o la incomodidad de su mirada.
Esta vez, la trampa es mía, sostengo el libro, doy vuelta en otra curva y le dejo el título a la vista, “Fantasmas”; cuando vuelvo a mirar, ya desapareció.