Si se analiza el discurso en retazos de los que se animaron a plantear por qué votaron a Mauricio Macri, encontraremos un sistema de creencias que da miedo.

Las razones más importantes que se puede rescatar son más o menos las siguientes:

El principal problema parece que fue el trato de Cristina, la mayoría ni siquiera sabe en qué los benefició su presidencia, pero les irritaba la forma de Cristina de trasmitir sus ideas, usar la cadena nacional, discursos largos, tuteo con los enemigos, entre otros aspectos, una coincidencia que los medios se encargaron de machacar, son tres de las características del ya desaparecido y controvertido ex presidente de Venezuela, Chávez.

De Chávez sólo se conoce los que el grupo Marnetto quiso que el común de la gente conociera, convirtiéndolo en el monstruo, bajo métodos que recuerdan mucho al Macartismo, y asociando rápidamente el método de Cristina con el monstruo. Obtuvo de este modo un gran éxito, ya que la mayoría que ni siquiera conoce cómo se vive en Venezuela sólo tiene la visión que Magnetto les muestra.

Las siguientes molestias, el llamado cepo al dólar, fue una adoctrinación permanente, salvo casos aislados, sin al dólar se pudo sostener el crecimiento de la industria tecnológica y la farmacéutica local, pero fueron aspectos que la gente no le importó, estaban enojados por no poder acceder al último aparato tecnológico y tener que salir al exterior a comprarlo.

Respecto al dólar, la dosis de información también era de malestar, aún cuando la verdadera mayoría que votó a Macri, no tiene acceso a viajar para conseguir lo último en tecnología, sin embargo, hizo propio el discurso de los que podían, contribuyendo con guiones ajenos, pero ahora propios.

El otro factor, más llamativo aún, fue la queja por las subvenciones por hijo, siendo que todos estaban subvencionados en transporte y energía, aún lo que no lo necesitaran por poder pagarlo.

La idea que deviene de esto es que la responsabilidad por la existencia de “pobres” es ajena, no depende de uno, el concepto de caridad o de justicia, no entra en la ecuación, la avidez por tener, viene de la mano de que el otro no tenga.

Esto último tiene una correspondencia y reflejo claro: Las rejas de las plazas, se deja a los mendigos afuera y automáticamente son problema de otro, sin que se sienta nadie comprometido con el problema.

Luego, la lógica del sinsentido, el rechazo porque el otro esté mejor, conduce a mayor desigualdad, la única reflexión que cabe es que la mayoría prefiere mantener ricos que a pobres, bajo la idea que los coloca en la carrera de ser un beneficiad rico en vez de un beneficiado pobre.

Este año y los que vienen serán una prueba dura, porque en la carrera en la que cada uno cree que es ganador, la mayoría quedará por debajo de esa leve línea entre clase media y clase pobre, muy pocos subirán a ese nivel en el que se beneficia con haberle sacado de los pobres lo que consiguieron.

La situación revela que la ley primera, en la que el otro es importante, ha dejado de existir.

Qué saldrá de este menjunje del egoísmo es un experimento del que no puede salir nada bueno, sin duda, un camino directo hacia las injusticias.