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AnaAbregu 9/6/2014 6:02:25 PM
AnaAbregu
Presentación del libro Una muchacha predestinada, de Osvaldo Gallone
Se presenta el lunes 8 de septiembre, Una muchacha predestinada de Osvaldo Gallone.
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Tags literatura literatura latinoamericana Ana Abregú metaliteratura relatos novelas crítica de literatura escritora argentina
 
Un texto que parece tropezar en la boca, con un trabajo linguistico notable, que emana teorías literarias.
 

Leí  "Una muchacha predestinada" de Osvaldo Gallone, una impresionante pirotecnia de recursos literarios.

Por ejemplo, la novela no comienza en el capítulo 1, ni en el prólogo, o en epígrafe, comienza antes de los agradecimientos incluso. Con ese movimiento introduce al narrador de la ficción, en la realidad. Este gesto de meterse con el "antes" de la novela, aquellos espacios que no parecen pertenecer, pero están dentro del libro, como forma artificial de introducción, casi un gesto Macedoniano.

El/la (si no se presta atención la ausencia de género es un extrañamiento que inquieta) que narra, se nombra a sí mismo/a como cronista, además que la novela comienza antes de los agradecimientos, rompe todos los códigos del cronista, opina, sabe cosas que no podría saber, justifica, incluso revela que no puede dar fe de ella misma, hasta confiesa agregar cosas de su propia invención, relata a los personajes sin justificación, manteniendo la idea de ser otro personaje;  un narrador que puede ser muchas cosas, menos cronista, o más bien el oximorón: cronista omisciente. De última la pregunta constante será, quién es la cronista, qué relación o función tiene con el texto, o con la historia que se cuenta.

Luego, hay una permanente ruptura de géneros, el aparente inicio fragua un suspenso..."Antes que ocurra lo que ocurrió", dice el falso comienzo de la novela. Lo que se parece a ese movimiento del comienzo de  García Márquez de 100 años de soledad, todos lo conocen, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota… “, lo que plantea en el primer capítulo, un asunto que habrá de develarse en la novela, pero puedo adelantar que es una novela que rompe prolijamente con cada una de las estructuras dentro de la cual el lector intentará ubicarla, de género, de elementos narrativos, de modelos.

Hay un relato al estilo crónica, simulación secuencial, en la que se presentan los personajes, bajo el artificio de parecer que son declaraciones; a medida que el relato avanza, se abandona esa presunción.

Hay una investigación, un investigador, un hecho a investigar, sospechosos, todos elementos del policial, pero no lo es.

Luego habrá elementos que parecen incorporar ciencia ficción, pero no es de ciencia ficción; después, aparecen elementos del realismo mágico, pero no lo es, en el medio, hay un entramado social, político, religioso que se soporta sobre personajes, que aluden a connotaciones con la realidad, a través de sus nombres, o sus actos, seguramente el lector encontrará paralelos. La elección de los nombres de los personajes, cuentan su propia historia.

Hay pistas, pero no por lo que hacen los personajes, solamente, sino por la inferencia de registro de voces de esos personajes, cuyos diálogos, frases, respuestas, son reproducidos por otros personajes, una narración utilitaria en función de establecer códigos sociales.

Las voces narrativas, el diálogo, la referencia, se sumergen unos en otros, con ello se construyen los personajes y una secuela de hechos, cuyo fin parece ser revelar el misterio o evento extraordinario, con lo que se construyen tipos sociales, prejuicios, formas de interrelación.

No me parece casual el nombre de la ciudad (estoy tentada de decirle pueblo, pero sería una palabra inventada), Duvil, Dublín, como si hubiera un correlato a la manera de Dublineses, a lo Joyce, vertido en sus habitantes construye un formato que se resiste a encasillarse en un género.

También encontré marcas en el lenguaje que se pueden referir a Dublín al sur, De Isidoro Blastein (Isidoro Lipstein, personaje de la novela), en el desafuero de los personajes, exagerados, sobresaturados de marcas de lenguaje barrial.

La protagonista, Noemí Dinard, en un viaje hacia el conocimiento de sí misma, del que no quiero revelar mucho más, salvo que hay una clave importante en el poema de comienzo del libro, ese que no es el anterior a los agradecimientos, ni tampoco el comienzo del capítulo, ni tan siquiera un epígrafe o ninguno de los recursos que son un formato de libro usual, dan cuenta de lo complejo que es siquiera nombrar los elementos constitutivos de la construcción de la novela.

Esta novela parece escrita en claves dentro de sí misma, metatextual, se describe a sí misma, es como el relato del modelo de construcción de sí misma.

Hay un gran despliegue de relaciones entre las forma de este texto y muchas de las teorías sobre otras grandes novelas; el final, en relación con el comienzo, la revelación de los personajes al inicio, reduccionismo, en opinión personal, para tomar referencia de la teoría de Borges sobre el policial, y de este modo, desandar todos los propósitos que enfrenta la novela para decididamente transgredir elementos narrativos canónicos. Es uno de sus mejores perfiles.

Hay un regodeo en acentuar el carácter rebelde con el que se trata el lenguaje, anacronismos, formas untuosas, palabras en desuso, como una reacción deliberada  de resistencia a la formas modernas, una mezcla ecléctica que por momentos se vuelve un tanto excesiva y distraen la atención sobre el fondo, y disimula los niveles narrativos.

En el lenguaje, encuentro que el sarcasmo, la ironía, las construcciones fonéticamente sincopadas, le dan una rugosidad peligrosa.

La carga irónica de lugares comunes, me pareció una exuberancia que compromete la atención del lector, un efecto que puede resultar negativo, por momentos enmascara recursos laboriosos, como el hecho de armar sistemas con obras, autores, teorías literarias, que están presenten en la misma novela, no hay teoría de escritura que no esté declarada, la mirada literaria, la psicoanalítica, la esotérica.

Personajes que leen, como en el Quijote, y que actúan como tal, contagiándose de la lectura, personajes secundarios que dan cuenta de voces y conductas de otros, en un desarrollo de función textual con un entramado complejo. A pesar de no ser un relato lineal, la forma de la escritura que remeda el de la crónica policial, da falsa escuadra con el comienzo y el final, parece por momentos perder el hilo de historia contada posterior a los sucesos. Personajes que toman referencia de otros tantos textos que a su vez son nombrados, formas de escritura que representan otros tantos relatos.

Es quizás un exceso en muchos sentidos, pero no se le puede negar el trabajo detallado de utilizar cada recurso para transgredirlo.

En un examen escrupuloso, hay casi un recorrido de teoría literaria al servicio de un anecdotario desopilante que por momento hará reír al lector.

El recurso de la ironía y del sarcasmo desmedido es un rasgo con el que es arduo compartir un texto cuya propuesta, de diversos niveles narrativos, adiciona una porosidad lingüística notable.

Por momentos, la creciente insistencia del arborescente lenguaje hace que la narradora, en función de cronista comience a relatar los pensamientos de la protagonista, pero en clave de escritura, mencionando los signos ortográficos, en el colmo de la intromisión, momento prácticamente de epifanía de la narradora que se convierte en juez, parte y omnisciente. Una ruptura notable de códigos de narrador.

Como dije, el propósito de la novela, más allá de la anécdota es una permamente rebeldía ante los encasillamientos de cualquier recurso, lo que convierte a esta novela en una forma de relato de experimentación.

 

El libro se presenta en la Biblioteca Nacional, el 8 de septiembre, el lunes próximo, a las 19 hs, supongo que en la sala Cortazar, como siempre.

 

 

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

 

 

 

 

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